El porqué de «charros»

El término charro procede de una de las lenguas prerromanas, que se hablaron en España,  y que dejaron su huella indeleble, primero en el latín vulgar y, como consecuencia, en el romance español. El vocablo charro significa basto, tosco, y lo vieron propio para motejar al típico campesino y ganadero salmantinos. El gentilicio debió nacer en el campo de Yeltes y en el Abadengo, es decir, en la antigua tierra de Ciudad Rodrigo; y de allí esparramó por toda la provincia, adentrándose por las tierras de Salamanca, Ledesma y Alba de Tormes.

Los autores Gala y Galache definen al charro en estos términos: charros_en_madrid_1912“Llamamos charro al salmantino, cuyo traje consiste en gorrilla, sustituida hoy por sombrero de ala ancha y flexible, camisón labrado que se abotona en el cuello con un botón afiligranado de oro o plata, chaleco cuadrado con dos hileras de botones cuadrados de plata, chaqueta corta aterciopelada, calzón y media de peal, zapato de correa, botín de paño (en desuso) o bota de montar y cinto o media vaca, sustituida por la faja en la zona agrícola”

Charros llamaban a los habitantes de la Charrería. La Charrería la configuran todas las comarcas salmantinas, menos la Sierra, el Campo de Peñaranda, La Guareña y la Ribera. Macotera no entra en la Charrería de la mano de Peñaranda, sino de la tierra de Alba, comarca a la que perteneció hasta 1833. Desde hace mucho tiempo, charro ha ido perdiendo su acepción inicial, debido a que el hombre del campo ha cambiado, plenamente, sus formas y costumbres a bien.