En el pasado de nuestro país existen muchas historias que esconden algunas de las piezas más destacadas de la historia de la orfebrería.
- El Tesoro del Delfín.
La joyería española, en el siglo XVIII sufrió una desaparición. Fue en una nochebuena, cuando el fuego se propagó por el Real Alcázar de Madrid y durante cuatro días destruyó una gran cantidad de joyas de los más reconocidos orfebres del mundo.
A esto sobrevivió una colección que Felipe V trajo desde Francia, y durante esos días se encontraba en el Palacio de la Granja. Fue el Tesoro del Delfín, un conjunto de orfebrería antigua elaborado mayormente con metales nobles y piedras preciosas. Actualmente se encuentra en el Museo del Prado, en Madrid.
- Las joyas de Atocha.
La afición que Isabel II tenía por las piezas de orfebrería y por las joyas era muy conocida. Muchas de las piezas que tenía se perdieron cuando tuvo que exiliarse. Además, muchas de ellas tuvo que venderlas para poder vivir.
En 1852, Isabel II encargó la realización de un conjunto de joyas a Narciso Soria para la Virgen de Atocha como agradecimiento por haber sobrevivido a un atentado apenas dos semanas antes, cuando intentaron asesinarla. Este conjunto de joyas contenía una corona de brillantes y topacios de Brasil, una sobrecorona de plata dorada con ráfagas de brillantes y rosas de esfera, un rostrillo de brillantes y topacios, y una corona pequeña para el niño de la imagen de la Virgen, que se encuentra actualmente en el Palacio Real de Madrid.
- La diadema de lises.
En 1906, el rey Alfonso XIII hizo un encargo a la firma madrileña Ansorena. Ese encargo cambiaría el destino de la firma para siempre, situándola en lo más alto de las casas españolas. El encargo fue una diadema que el rey le regaló a su esposa Victoria Eugenia.
Es conocida como la diadema de la lises o de las flores de lis, y es considerada una de las más importantes de la familia real española.
Su diseño lo forman tres flores de lis, correspondiente al escudo de armas de la casa de Borbón.
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